Voy a comenzar contándoles sobre una revelación que me dio el Espíritu Santo el 13/10/13. Desde ese entonces tenía en una libreta plasmada este mensaje. Pero fue hasta hace menos de un año que me toco recordarlo y no solo traerlo a memoria, sino vivirlo en lo personal.
Estaba yo en mi jump seat lista para despegar cuando me concentre a observar a unas monjitas que estaban sentadas frente a mí y dentro de mí me decía: Que lastima por estas pobres mujeres que se privaron de tener hijos y formar una familia porque creyeron que así no le podían servir a Dios. Pero de pronto pensé que para ellas decidir eso, el deseo de servirle a Dios fue más grande, que el que quizás hayan tenido estas mujeres. Es decir ellas murieron a su YO para vivir para el servicio de Dios.
Estoy segura que muchas de esas mujeres tuvieron sueños, deseos, anhelos en su corazón, quizás alguna quiso ser aeromoza, empresaria, modelo, madre, formar una familia y tener un hogar, entre muchas cosas más. Pero se negaron a sí mismas para dedicarse por completo a la causa de Dios.
Eso sin duda ministro mi vida, porque ellas aunque no tengan la verdad absoluta, tomaron una decisión casi que inquebrantable para su religión. Pero a nosotros los que somos libres por la verdad de Cristo, muchas veces o casi siempre nos cuesta muchísimo morir a tantas cosas, para poderle servir a Dios íntegramente.
Puede ser morir a un vicio, a una atadura, al pasado, a un amor, morir al mundo, entre otras cosas. Como cuesta pero ellas han podido hacerlo...
Después de haber sentido lastima por esas mujeres terminé sintiendo admiración, por tal valentía de renunciar a todo por la causa dé Dios.
No es nada fácil saber decidir y aprender a morir a lo que quizás representa el anhelo más grande de tu corazón, renunciar a un sueño, a un futuro planeado, solo para que otros puedan ser felices o porque es Dios quien te lo pide.
Así como estas mujeres y hombres en el caso de los curas, pasaron por ese proceso de muerte al yo. Cristo nuestro Sumo Sacerdote y Salvador, también lo paso y aun mucho peor.
Podemos ver a la luz de la palabra en Lucas 22:42-44 como Jesús paso por el proceso que lo llevaría a la muerte.
Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y le apareció un ángel del cielo confortándole. Y estando en agonía, oraba más intensamente: y fué su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Allí claramente Jesús estaba muriendo a su carne, a su yo, por hacer la voluntad del Padre. La voluntad de su Padre estaba por encima, de su propia voluntad. (Muchas veces Dios a nosotros nos va a pasar por ese Getsemani).
Solo el que ha pasado por este proceso de muerte continua de su yo, de sus deseos, sabe lo difícil y duro que esto es. (Aunque jamás se comparará con lo que sufrió Jesus).
Literalmente yo he muerto dos veces en mi vida, el día que me bautice, que decidí morir para el mundo y vivir para Cristo y una vez que me toco pasar por un proceso de muerte, donde me toco renunciar a algo que representaba un sueño para mi, por causa de Dios. Me toco morir a mis sentimientos, a mis emociones por hacer la voluntad de mi Padre.
Y aunque eso ya pasó. Eso no queda solo allí. A diario nosotros debemos crucificar nuestra carne, con nuestras pasiones y colocarnos en la posición de Cristo y morir a todos esos deseos, que nos apartan de vivir una vida en santidad y obediencia agradable a Dios.
Y como lo hacemos, tal como no los enseña el Apóstol Pablo en el libro de Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Reflexión final:
¿Seremos capaces de sacrificar nuestro propio amor para que otros no sufran? Se necesita morir a nosotros mismos.
Para Jesús no debió ser fácil tener que renunciar a su trono y a su reinado para morir por nosotros, para que fuésemos felices eternamente.
Cristo sufrió por amor a nosotros, ¿será que nosotros tenemos que sufrir por amor a otros?
Estaba yo en mi jump seat lista para despegar cuando me concentre a observar a unas monjitas que estaban sentadas frente a mí y dentro de mí me decía: Que lastima por estas pobres mujeres que se privaron de tener hijos y formar una familia porque creyeron que así no le podían servir a Dios. Pero de pronto pensé que para ellas decidir eso, el deseo de servirle a Dios fue más grande, que el que quizás hayan tenido estas mujeres. Es decir ellas murieron a su YO para vivir para el servicio de Dios.
Estoy segura que muchas de esas mujeres tuvieron sueños, deseos, anhelos en su corazón, quizás alguna quiso ser aeromoza, empresaria, modelo, madre, formar una familia y tener un hogar, entre muchas cosas más. Pero se negaron a sí mismas para dedicarse por completo a la causa de Dios.
Eso sin duda ministro mi vida, porque ellas aunque no tengan la verdad absoluta, tomaron una decisión casi que inquebrantable para su religión. Pero a nosotros los que somos libres por la verdad de Cristo, muchas veces o casi siempre nos cuesta muchísimo morir a tantas cosas, para poderle servir a Dios íntegramente.
Puede ser morir a un vicio, a una atadura, al pasado, a un amor, morir al mundo, entre otras cosas. Como cuesta pero ellas han podido hacerlo...
Después de haber sentido lastima por esas mujeres terminé sintiendo admiración, por tal valentía de renunciar a todo por la causa dé Dios.
No es nada fácil saber decidir y aprender a morir a lo que quizás representa el anhelo más grande de tu corazón, renunciar a un sueño, a un futuro planeado, solo para que otros puedan ser felices o porque es Dios quien te lo pide.
Así como estas mujeres y hombres en el caso de los curas, pasaron por ese proceso de muerte al yo. Cristo nuestro Sumo Sacerdote y Salvador, también lo paso y aun mucho peor.
Podemos ver a la luz de la palabra en Lucas 22:42-44 como Jesús paso por el proceso que lo llevaría a la muerte.
Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y le apareció un ángel del cielo confortándole. Y estando en agonía, oraba más intensamente: y fué su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Allí claramente Jesús estaba muriendo a su carne, a su yo, por hacer la voluntad del Padre. La voluntad de su Padre estaba por encima, de su propia voluntad. (Muchas veces Dios a nosotros nos va a pasar por ese Getsemani).
Solo el que ha pasado por este proceso de muerte continua de su yo, de sus deseos, sabe lo difícil y duro que esto es. (Aunque jamás se comparará con lo que sufrió Jesus).
Literalmente yo he muerto dos veces en mi vida, el día que me bautice, que decidí morir para el mundo y vivir para Cristo y una vez que me toco pasar por un proceso de muerte, donde me toco renunciar a algo que representaba un sueño para mi, por causa de Dios. Me toco morir a mis sentimientos, a mis emociones por hacer la voluntad de mi Padre.
Y aunque eso ya pasó. Eso no queda solo allí. A diario nosotros debemos crucificar nuestra carne, con nuestras pasiones y colocarnos en la posición de Cristo y morir a todos esos deseos, que nos apartan de vivir una vida en santidad y obediencia agradable a Dios.
Y como lo hacemos, tal como no los enseña el Apóstol Pablo en el libro de Gálatas 2:20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Reflexión final:
¿Seremos capaces de sacrificar nuestro propio amor para que otros no sufran? Se necesita morir a nosotros mismos.
Para Jesús no debió ser fácil tener que renunciar a su trono y a su reinado para morir por nosotros, para que fuésemos felices eternamente.
Cristo sufrió por amor a nosotros, ¿será que nosotros tenemos que sufrir por amor a otros?
Autoria Original: Shaysiu García
Imágenes: Internet
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